A sus 4 años, Adrián, quien es autista, ha comenzado a explorar el mundo del agua a través de la natación. Este aprendizaje no solo es crucial como habilidad de supervivencia, sino que también le brinda una oportunidad valiosa para mejorar su autoconfianza y desarrollar sus habilidades motoras. Aunque coordinar la patada, la brazada y mantener la boca cerrada para evitar que le entre agua aún representa un desafío, el proceso ha sido enriquecedor. Le permite avanzar a su propio ritmo y descubrir nuevas sensaciones.
El agua proporciona a Adrián un ambiente único para la autorregulación sensorial, el contacto con el agua actúa como un “abrazo” constante; la presión del agua lo ayuda a tomar conciencia de su propio cuerpo y su posición en el espacio, algo que puede ser un reto en tierra firme. Además, al enfrentarse a este nuevo entorno, Adrián aprende a manejar desafíos lo que fortalece su capacidad de adaptación y su paciencia.
Otro aspecto valioso de la natación es que ofrece la oportunidad de fortalecer el vínculo familiar. Cada lección se convierte en una experiencia compartida que beneficia tanto a Adrián como a papá o mamá, quienes lo acompañamos en este aprendizaje, creando momentos de conexión y apoyo en el agua. Ser testigos de sus avances y celebrar sus pequeñas victorias nos permite comprender mejor sus necesidades y fomentar un ambiente de apoyo incondicional.