A menudo, cuando salimos de casa para realizar alguna diligencia o simplemente para dar un paseo y romper con la rutina, nos encontramos con una presión social que es difícil de ignorar. Es común sentir las miradas o los comentarios de personas que, sin conocer nuestra situación, emiten juicios apresurados sobre el comportamiento de Adrián. Lo que muchos no entienden es que, en su mundo, las situaciones cotidianas pueden ser abrumadoras para él. Ya sea porque algo en su entorno llama demasiado su atención o porque la multitud o un espacio desconocido lo hacen sentir inseguro, Adrián puede reaccionar de maneras que otros no comprenden.
El otro día, mientras conversaba con otra madre que también tiene a su hijo dentro del Espectro Autista, me compartía su experiencia personal con los viajes en transporte público. Me contaba que, en su caso, no puede utilizar el bus o el tren porque su hijo no tolera los cambios de rutina que estos medios de transporte implican. Cada viaje se convierte en un reto enorme, ya que la multitud, los sonidos y la imprevisibilidad del entorno son abrumadores para su hijo, desencadenando reacciones que pueden ser difíciles de manejar.


Para quienes nos observan desde afuera, estas reacciones pueden parecer “caprichos” o “mal comportamiento”. Es justo en esos momentos cuando, además de tratar de calmar y contener a nuestro hijo, como padres también debemos lidiar con la presión social de las personas alrededor. Muchas veces, la gente observa la situación sin entender lo que realmente está sucediendo, y nos sentimos señalados, como si todo fuera culpa nuestra, como si estuviéramos permitiendo o “aceptando” el comportamiento de nuestro hijo.
“Al final del día, lo más importante es que nuestro hijo se sienta comprendido, amado y protegido, sin importar lo que otros puedan pensar.”