Manejar la frustración puede ser un gran desafío para los niños autistas, debido a la forma en que procesan la información y experimentan el mundo. En estos casos, la frustración suele estar relacionada con dificultades en la comunicación, la sobrecarga sensorial y, en el caso de Adrián, el hecho de que las cosas no salgan como él desea le genera mucha ansiedad y dificultad para gestionar sus emociones.
Por ejemplo, en una ocasión estábamos en un restaurante esperando una orden de pizza, una de sus comidas favoritas, aunque se le da con moderación. Adrián vio pasar al mesero con una orden hacia la mesa de al lado y se llenó de esperanza, pensando que era para nosotros. Al darse cuenta de que no era así, se frustró y comenzó a llorar.
Los niños autistas suelen interpretar el mundo de manera muy literal y tienen dificultades para entender los matices o expectativas sociales implícitas. Cuando no comprenden por qué algo no sucede como esperaban, esa confusión puede convertirse rápidamente en frustración. En su mente, están luchando por entender por qué no pueden tener lo que desean en ese momento o por qué la situación cambió inesperadamente.
“En su mundo, lo que parece pequeño para mí puede ser enorme para él.”