Los trenes son una de las grandes pasiones de Adrián, su emoción al verlos, construirlos con objetos o imaginar viajes interminables en su mente es algo que lo llena de felicidad, puedes leerlo aquí. Para él, subir a un tren es una experiencia fascinante, llena de estímulos que disfruta al máximo; pero no todos los niños autistas viven los viajes en transporte público de la misma manera.

Conocimos a Emiliano, otro niño autista, cuya experiencia con el transporte es completamente opuesta. Mientras que para Adrián un viaje en tren es una aventura, para Emiliano puede ser una fuente de ansiedad extrema, el simple hecho de salir a la calle ya era un desafío enorme para él, y cualquier medio de transporte diferente a un carro o taxi representaba una crisis.
En su caso, intentar viajar en metro o autobús significaba enfrentarse a una sobrecarga sensorial insoportable: el ruido del motor, las voces de los pasajeros, los movimientos bruscos e impredecibles del transporte. Su madre trató en varias ocasiones de insistir, pero pronto se dio cuenta de que la angustia que esto generaba en Emiliano no valía el esfuerzo, para él, cada intento de subir a un autobús o al metro terminaba en llanto, miedo y una necesidad desesperada de refugiarse en su espacio seguro.
Este contraste entre Adrián y Emiliano refleja una realidad importante en el espectro autista: cada niño experimenta el mundo de manera única, lo que para unos es emocionante, para otros puede ser aterrador. Y es aquí donde como padres debemos aprender a conocer y respetar los límites de nuestros hijos, sin forzarlos a adaptarse a situaciones que les resultan demasiado difíciles de gestionar.