Guiar sin invadir, sostener sin controlar

Adrián tiene 5 años y fue diagnosticado con autismo (TEA) a los 2. Desde entonces, la mayor lección que he aprendido como su mamá es que todo comienza con la paciencia. Paciencia con él, pero también conmigo misma, con nuestros tiempos, con los procesos únicos que cada etapa trae consigo.

Adrián es un niño muy curioso y participativo, le encanta involucrarse en las actividades que realizamos en casa, preguntando constante: ¿Qué es eso? ¿Qué estas haciendo, mamá?, le fascina ayudarme en la cocina, disfruta mezclar ingredientes, amasar, ver cómo burbujean los alimentos… Para él, todo es un juego sensorial lleno de descubrimientos.

Adrián suele querer hacer las cosas sin ayuda, con esa necesidad de autonomía que es tan natural en los niños y que en los niños autistas puede vivirse de manera aún más intensa, sin embargo, a veces sus movimientos son impulsivos o su fuerza no está bien regulada, y eso me genera temor. No porque no confíe en sus capacidades, sino porque sé que parte de su desarrollo requiere más tiempo, más guía, y más contención física y emocional.

Por eso, hemos aprendido a construir juntos una dinámica basada en acompañarlo sin invadirlo, le doy tareas seguras y adecuadas para su edad y su perfil sensorial: romper huevos y mezclarlos , colocar ingredientes en un tazón, limpiar su espacio de trabajo, siempre bajo mi mirada atenta, pero procurando darle ese espacio que él busca para sentirse capaz y valioso.

Acompañar la autonomía en niños autistas no significa dejarlos solos antes de tiempo, es acompañar su desarrollo respetar su ritmo, brindarle seguridad y permitirle experimentar.

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