Los rompecabezas son mucho más que una actividad divertida; son una herramienta poderosa para el desarrollo cognitivo y emocional de los niños, especialmente aquellos en el espectro autista, en el caso de Adrián, un niño autista de 4 años, armar rompecabezas le ha proporcionado no solo una forma de entretenimiento, sino también un medio para desarrollar habilidades cruciales como la paciencia, la concentración y la resolución de problemas.
Para un niño con autismo, cada tarea cotidiana puede presentar desafíos adicionales, desde la dificultad para procesar información hasta la necesidad de más tiempo para adaptarse a nuevas actividades. Sin embargo, el rompecabezas es una actividad que ofrece un entorno controlado donde Adrián puede practicar habilidades sociales y cognitivas a su propio ritmo, al introducirle un rompecabezas más complejo, de 63 piezas, nos aseguramos de ofrecerle una dificultad justa que lo reta, pero no lo sobrepasa, permitiéndole experimentar logros graduales.
Cuando comenzó a trabajar con este nuevo rompecabezas, Adrián se enfrentó a la frustración de no poder encajar las piezas de inmediato. Es importante señalar que para muchos niños autistas, la frustración puede convertirse rápidamente en ansiedad o irritabilidad, no obstante a medida que Adrián trabajaba, con cada intento se entrenaba para manejar sus emociones y aprender a ser más resiliente, durante este proceso, no solo mejoraba en la coordinación motora fina al encajar las piezas, sino que también experimentaba el proceso de ensayo y error, una lección valiosa para su crecimiento.
En su mundo, las piezas del rompecabezas no solo representan un reto, sino una forma de encontrar equilibrio y calma. Los rompecabezas, al requerir concentración y repetición, son perfectos para ayudar a los niños autistas a reducir la sobrecarga sensorial y encontrar un espacio donde puedan enfocar su energía de manera constructiva, la repetición se convierte en una vía para estabilizar emociones y manejar estímulos internos y externos de manera efectiva.
Al mismo tiempo, a través de este proceso de ensamblaje, Adrián no solo refuerza su capacidad de resolver problemas, sino también su confianza en sí mismo. En cada momento de frustración, Adrián no se dio por vencido, este acto de persistir frente a la dificultad ha fortalecido su sentimiento de autonomía y autoeficacia, elementos esenciales para el desarrollo emocional y social.
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