A medida que avanzamos hacia finales de enero, nuestra búsqueda de un colegio para Adrián sigue siendo una de las tareas más estresantes que hemos enfrentado como padres, más allá de las dificultades, lo que buscamos es algo esencial: un lugar donde Adrián no solo reciba educación, sino que también sea valorado, respetado y apoyado en su proceso de aprendizaje.
No estamos pidiendo un lujo, ni algo fuera de lo común, estamos buscando lo que cualquier padre desearía para su hijo: un entorno donde su inteligencia, curiosidad y capacidades sean potenciadas, un lugar que le permita crecer como persona en todos los aspectos. Adrián es un niño increíblemente inteligente, con una gran capacidad de aprendizaje, y no podemos conformarnos con menos que una educación que esté a la altura de su potencial.
Lo que pedimos no es una exigencia desmedida; es un derecho: el derecho a una educación inclusiva y de calidad, en una sociedad que debería ser justa para todos, la inclusión no es una opción, es una obligación. La educación debe adaptarse a las necesidades de cada niño, no al revés. Por eso, buscamos una escuela que no solo reconozca a Adrián por su diagnóstico de autismo, sino que vea sus habilidades, su creatividad y su capacidad de contribuir al mundo.
Nos enfrentamos a un sistema que muchas veces olvida que cada niño tiene una forma única de aprender, pero creemos firmemente que un niño como Adrián no debe ser relegado ni condicionado por su diagnóstico, sino que debe ser apoyado para alcanzar su máximo potencial, la verdadera inclusión significa que todos los niños, sin importar sus diferencias, tengan acceso a las mismas oportunidades, herramientas y afecto para aprender y crecer.
No estamos exigiendo demasiado, solo lo que cada niño merece: ser educado en un ambiente que lo entienda, lo apoye y le permita florecer, seguimos en esta búsqueda con esperanza y determinación, con la certeza de que encontraremos esa escuela que no solo se adapte a sus necesidades, sino que lo impulse a ser la mejor versión de sí mismo.