A lo largo de mi camino con Adrián, mi hijo de 4 años en el espectro autista, he aprendido que el comportamiento y las emociones pueden estar influenciados por factores profundos, invisibles y complejos, en mi búsqueda de respuestas descubrí que ciertas hormonas, como la oxitocina y el cortisol, parecen desempeñar un papel importante en cómo los niños autistas responden a su entorno, especialmente en situaciones sociales o momentos de estrés.

La Oxitocina: La Hormona del Amor y la Conexión
Ayuda a fortalecer los lazos emocionales y a comprender las emociones ajenas, algunos estudios sugieren que los niños en el espectro autista tienen niveles más bajos de oxitocina, lo que podría explicar algunas de las dificultades en la socialización. En el caso de Adrián, hemos notado que la socialización es un desafío, y su interés en interactuar con otros niños es diferente.
Para ayudarlo a construir lazos, en casa implementamos “rituales de amor”: desde abrazos hasta pequeñas rutinas de juego que Adrián espera con entusiasmo, Estos momentos refuerzan su autoestima y lo ayudan a conectar de manera genuina. Notamos que estas prácticas fomentan una comunicación no verbal que fortalece nuestra relación y le da seguridad.

El Cortisol: La Respuesta al Estrés y el Manejo de Cambios
El cortisol, o “hormona del estrés”, se eleva cuando Adrián enfrenta situaciones nuevas o con estímulos fuertes. En estos momentos, es común que se sienta abrumado, y las transiciones o ruidos intensos pueden afectarlo más de lo que esperaríamos.
Para manejar el estrés, creamos un ambiente con momentos de descanso sensorial y actividades que lo calman, como el dibujo o el juego con trenes de juguete y las burbujas. Estas rutinas no solo le dan un espacio de seguridad, sino que también ayudan a su regulación emocional, facilitando su adaptación a nuevas experiencias.