Uno de los aspectos más desafiantes del Trastorno del Espectro Autista (TEA) es que, aunque la ciencia ha avanzado mucho, aún no se conoce con certeza qué lo provoca, como madre de un niño autista, me he sumergido en la investigación y he escuchado a muchos expertos, y esto es lo que he aprendido: el autismo no tiene una única causa, sino que parece ser el resultado de una combinación de factores genéticos, ambientales y neurológicos.
Factores Genéticos
Los estudios más recientes indican que los genes juegan un papel importante en el desarrollo del TEA. Algunos niños heredan predisposiciones genéticas que los hacen más susceptibles al autismo, si hay antecedentes familiares que también estén en el espectro, el riesgo aumenta. Sin embargo, no existe un “gen del autismo” específico, sino más bien un conjunto de variantes genéticas que cuando se combinan, pueden aumentar las probabilidades.
Factores Ambientales
Aunque la genética tiene un rol importante, los científicos también están investigando cómo ciertos factores ambientales podrían influir. Cosas como infecciones durante el embarazo, exposición a contaminantes o complicaciones en el parto podrían jugar un papel en el desarrollo del autismo, aunque no son causas directas. La ciencia todavía está tratando de entender mejor cómo estos factores interactúan con la genética.
Desarrollo del Cerebro
El autismo también está vinculado con cómo se desarrolla el cerebro. Los estudios han mostrado que los cerebros de las personas autistas funcionan de manera diferente, especialmente en áreas relacionadas con la comunicación y el procesamiento de información social. Estas diferencias pueden deberse a cómo se forman las conexiones neuronales durante el desarrollo temprano del cerebro.
Desmontando mitos
Uno de los mayores mitos que todavía circula es que las vacunas causan autismo. Es importante aclarar que esto no es cierto. Numerosos estudios científicos han demostrado que no existe ninguna relación entre las vacunas y el desarrollo del TEA.
Reflexión personal

Como madres, entender todo esto no siempre es fácil, porque naturalmente buscamos una razón clara para todo lo que afecta a nuestros hijos, nos preguntamos qué fue lo que sucedió, y empezamos a evaluar si cometimos algún error durante el embarazo o en los primeros meses de vida del bebé. Constantemente buscamos una respuesta a lo que, en nuestro interior, sentimos que “falló”.
A veces puede ser frustrante saber que aún hay muchas preguntas sin respuestas. Sin embargo, también es reconfortante saber que la ciencia sigue avanzando y que, poco a poco, entendemos más sobre el autismo. Mientras tanto, lo que más me ha ayudado es enfocarme en cómo puedo apoyar a mi hijo, respetando su propio ritmo y sus necesidades, en lugar de buscar una explicación que tal vez nunca llegue.